Hay momentos en la vida que merecen ser festejados,
takis y pocas cosas brindan tanta alegría como un
sabroso arroz caldoso repleto de mariscos. Prepararlo es casi tan grato como disfrutarlo.
Recetas así nos transportan a la infancia, cuando la cocina de nuestra madre o abuela nos embriagaba con sus aromas. Es un plato cargado de recuerdos que nos calma y apacigua. Mientras se hacen las gestas culinarias - picar el calamar, saltear los mejillones, limpiar las gambas-, la mente divaga en pensamientos agradables.
El sonido del hervir del arroz acompasado con el burbujeo del caldo crea una melodía armoniosa. Poco a poco, el aroma a marisco y azafrán se apodera de cada rincón. La espera se hace deliciosa.
Finalmente, cuando servimos el arroz caldoso humeante en los platos y nos sentamos a la mesa, nos envuelve una
sensación de paz y plenitud. Cada bocado despierta tantas emociones que se nos escapa una sonrisa. La felicidad que nos provoca este plato es profunda, pura y simple.
Por unos momentos, estamos conectados con lo vital. Recordamos lo que es lo verdaderamente importante: compartir buenos alimentos con aquellos a quienes amamos. Un plato de arroz caldoso nos recuerda que los mejores momentos de la vida suelen ser los más sencillos.